La vida es más extraña que en los cuentos!

martes, 3 de abril de 2012

Velocidad y Certeza

Dicen que vivir de recuerdos no es vivir bien.

Sin embargo, yo he tenido hoy un flashback de un momento de mi vida que no es presente, pero que llenó mi alma, mucho más que lo que está sucediendo aquí y ahora.
(qué voy a saber yo de los tiempos, si luego de ver Nostalgia de la luz supe que todo tiempo es pasado)

Érase una vez que yo tenía pocos años, pero no tan pocos, más de 7 y menos de 10.

Estaba en los primeros cursos de la básica, creo que segundo.

Acababa de llegar a un colegio nuevo, en donde iba a pasar el resto de mis días de colegio (pero entonces yo no sabía eso), y todas las personas y situaciones que vivía, las estaba viendo por primera vez, con miedo y con cuidado.

Llevaba como una semana conociendo mi nueva sala, aprendiendo que para ir al baño tenía que dar vuelta un círculo de cartulina al color rojo en la puerta de la sala para después salir, y tenía que avisarle a la tía, par que ella volteara la cartulina, porque quedaba muy arriba; recién me aprendía los nombres de las tías, y de mis compañer@s, recién aprendía que para jugar con el ábaco tenía que esperar que alguien lo desocupara, recién me acostumbraba a sacarme los zapatos en la entrada de la sala, para ponerme las bambuchas de lana, y no dejar con barro (recuerdo haberme sentido importante al saber abrocharme los cordones).

Pero había algo a lo que rápidamente me acostumbré, o me uní. Era Jorge, quien la semana anterior, el primer día, me vino a buscar a la puerta para decirme que yo iba a ser su amiga.

Y este día, que inundó mi recuerdo hoy, salimos a recreo sin las tías (no recuerdo por qué). Sonó el timbre. Se abrió la puerta de la sala. Y desde no sé dónde apareció el Jorge al lado de mí (a mi lado derecho), me tomó de la mano (derecha), y salimos corriendo a la velocidad de la luz, atravesando pasillos a toda velocidad, doblando en las esquinas a toda velocidad, hasta llegar al patio, donde no podíamos detenernos y esquivamos a la gente para seguir corriendo al patio mediano, y luego al patio chico, en donde nos detuvimos, frente a la gruta de la virgen. Seguimos de la mano. Nos reímos a carcajadas. No sé por qué, hoy no tiene lógica.

- Nos van a retar por andar de la mano, porque es de grandes, Dije.
- Los pololos andan de la mano. Y tú eres mi polola, dijo Jorge.
- Bueno, dije yo. Pero si alguien se acerca, yo te voy a soltar.
- Bueno, dijo Jorge.

Como si estuviera pasando ahora, recuerdo esa carrera irracional hacia el patio, el viento en mi cara, mis moños del pelo saltando con el movimiento, la falta de aire (Jorge corría mucho más rápido que yo), el acomodo constante de nuestras manos transpiradas, para no soltarse.

Y ahora saco como conclusión que es eso lo que siempre quiero hacer: correr vertiginosamente hacia el vacío, hacia lo que no sé, pero sujeta a una certeza.

Gracias por pasar a quien se detenga, y buenas tardes,

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