La vida es más extraña que en los cuentos!

domingo, 22 de noviembre de 2009

a un paso de morir, reflexiono.

(a punto de morir en un accidente automovilístico en la comuna de san ramón. nos salvamos por milagro, pues no hay explicaciones lógicas)

Hace un tiempo atrás, tuve muchas ganas de desaparecer.
Fue un periodo en el que me sentía muy enferma del alma...
Me sentí y estaba.

He aprendido que, independiente de las cosas que hayan hecho o dejado de hacer las personas que estaban físicamente más cerca de mí, en esta etapa, sólo me sirve responsabilizarme de lo que pasaba en mí en esos momentos... El resto sería una trampa para evitar cuestionarme o modificar cosas en mí.
Cierto: hubo cosas, actitudes, frases, conductas que me causaron mucho dolor, sobretodo por la complicada transición que estaba viviendo, en términos del cambio de ciudad, trabajo, entorno, etc...
Cierto también que me sentí tan sola como para llegar a cuestionarme mi identidad. (Pena. Pausa)

Quiero decir que me dolió más lo que NO sucedió. Lo que no me dijeron, lo que no estuvieron, lo que no me apoyaron, lo que no me acompañaron, etc.

PERO, lo bueno de este cuento es que, (Pausa) descubrí, con cada una de las cosas que pasaron, o dejaron de pasar, que hay una realidad ineludible en mí y en tod@s, y es que estoy (estamos) sola (sol@s), y que eso es libertad y oportunidad. Por supuesto que es maravilloso cuando puedes apoyarte en un/a otro/a incondicional y benigno, pero, si no sucede, no se puede obligar a nadie a ejercer una característica que no conoce de sí mismo/a, o que no ha ejercitado, o que simplemente no quiere compartir. O que no está en su momento de compartir.

Otra de mis realidades descubiertas es que soy una persona valiosa, independiente de la atención, dedicación, cuidado que otr@s depositen o no en mí. Además, descubrí y definí, que las personas significativas para mí, son, serán, aquellas que me aceptan, respetan, valoran y cuidan; aquellas que se interesan genuinamente en mí, aquellas que también me recuerdan lo valiosa que soy, aquellas que tienen tiempo para mí, aquellas que me han visto caer (y levantarme), aquellas que conocen las fealdades que poseo, aquellas que me han acompañado en los momentos donde todo se veía negro, aquellas que saben que soy defectuosa y me aman igual (Pausa larga)...

Aquellas que quieren de corazón que yo encuentre y me encuentre, aquellas que han compartido conmigo en familia (hemos formado una familia, y aquí se incluyen desde las familias artísticas hasta las sanguíneas), o que han compartido con mi familia, o que saben de mi familia, o de quienes sé o he compartido con sus familias. Porque descubrí que esa es una gran e ineludible verdad: "primero ten paz con tu hermano, luego crea paz en tu entorno, luego tú tendrás paz".

Las personas significativas y reales en mi vida son las que saben quién y cómo soy, inserta en mi familia (cualesquiera de las familias que tengo). Esta categoría supone ingresar a un número reducido de personas, y yo me siento conforme con esto, sin falsearme, creándome compañías que no son tales.

Me explico entonces sucesos últimos que me remecieron hace poco, y claro, el dolor o la soledad que sentí, me llevó a darme cuenta de que lo que verdaderamente perseguía y necesitaba era amor, preocupación, atención, interés genuino. (cosas que salen espontáneas cuando amas y te sientes feliz con la felicidad de un/a otro/a).

(Pausa. Censura)

Para mi fue muy importante que alguien considerara TAN valioso pasar tiempo conmigo: sólo caminar, sólo observar a las personas pasar, sólo poner atención en las hojas de los árboles, sólo relevar el hecho de que yo estuviera presente, relevar también mi disciplina y cerebra. Eso me ayudó mucho... Yo estaba acostumbrada a que las personas que amo me valoraran... (Pausa y censura).

Fue muy importante también, y lo que me sanó de forma más radical, el que vinieran a Santiago personas que formaron y forman parte de la familia artística que mencioné. Ell@s me recordaron, en interacción, lo valiosa que soy, lo valiente que he sido.

Con todo, descubrí que no importa el valor que otras personas me den. Que el valor lo tengo, nadie me lo asigna ni quita. Eso yo lo sabía, supuestamente, pero en un lugar como Santiago, en donde muchas personas corren por alcanzar un reconocimiento, por ser extremadamente choris, por frecuentar espacios tremendamente cools, o en su defecto estar o llegar a estar cerca o al lado de una persona considerada cool, o basar muchas conversaciones en personas cool, es difícil. Difícil porque toda la atención está puesta en este tipo de cosas, y por supuesto, las cosas verdaderamente importantes de la vida, quedan bien enterradas no sé dónde. Ni siquiera sé si esto pasa sólo en Santiago, pero al menos en un pueblo en donde importa un pepino quién eres o lo que tienes, porque hagas lo que hagas seguirás viviendo en un contexto económicamente miserable y nulamente emprendedor, da lo mismo si eres o no chori. En fin, me desvié.

El punto es que no quiero que la vanidad guíe mi existencia. Está bien para quien quiera hacerlo, pero yo me voy a estancar si dejo que tome el control de mi vida.

Yo no había sentido hasta ahora que ya no me lamenta el no ser valiosa para alguien, puesto que cada persona, cada alguien, descubrirá en su justo momento lo que es o no valioso para sí mismo.

Devuelvo entonces la responsabilidad a quien la tenga, y sólo puedo y quiero quedarme con mi aprendizaje, con lo que aprendí de mí.

Al final, con todas las personas se repiten las mismas historias y crean problemas las mismas cosas. Es una decisión resolverlas con quien una cree vale la pena. Después vendrá otra persona y tendré los mismos dilemas. Es hora de resolverlos ahora.


A quien lea, muchas gracias.
A quien no lea, perfecto, yo tampoco leería, porque es muy largo... hahah.


Ya, chaolín.
:*

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