Heme aquí. Según lo predicho por ti; según lo negado por mí.
Vine a contarte que mi vida está siendo dominada por los excesos.
Ya no me culpo-impido-mesuro con los chocolates,
azúcar,
pan,
almendras,
helados
ni
sopaipillas.
Y no sé cómo llegué a esto.
Pero siento que tiene una enorme relación
contigo.
Con el sin-tigo,
más bien.
Porque
ese domingo
traspasaste todos mis límites.
Todas mis barreras.
Todas mis torpezas.
Todas mis huidas.
Y eso,
de cierta manera,
me dejó cojeando.
O,
como mínimo,
me desdibujó un poco el contorno.
Entonces ahora no sé nada.
Me tiemblan los límites y los contornos.
No sé si quiero o no quiero pan, por ejemplo.
O si me apetece o no un chocolate.
Simplemente los tomo y como.
Y yo sé
muy ciertamente que todo esto,
el decirte "no no" bien convencida,
es lo mismo que un te quiero de cabeza;
es lo mismo que un "sí sí" pero invertido;
es lo mismo que un "sí sí" beligerante.
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