La vida es más extraña que en los cuentos!

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Bitácora de mi Tránsito hacia la Deshumanización

Estamos en Noviembre del año 2015.

Muchos días, semanas, meses y hasta años han pasado desde mi llegada a Santiago, en Mayo de 2009.

Algunas veces todo estuvo de maravillas: El amor estallaba en mi pecho, aprendía cada año algo nuevo, conocí muchos lugares de la ciudad, conocí muchos paisajes, lagunas, ríos y cerros, viví con personas con mundos muy interesantes y diversos, canté, toqué la guitarra, organicé fiestas, organicé cumpleaños, organicé almuerzos comunitarios, viajé junto a amistades. Disfruté mucho de mi familia de Santiago, que siempre apañó cada decisión mía, que siempre estuvo (o intentó estar) en todos mis escenarios.

Otras veces, todas las certezas parecían caer a pedazos: Me accidenté un par de veces, estuve en un trabajo muy enfermo, las plantas se morían en el balcón (de tanto smog), me perdí en los terminales de las micros, me aplastaron en el metro, me desmayé en el metro, la micro me atrapó la pierna al cerrar la puerta, me robaron en la micro, me intentaron robar en el metro, me intentaron asaltar llegando a la casa, comenzaron a venirme crisis de pánico en el metro.

Lo importante, y por lo cual vine a escribir, es que hoy vi un documental de agroecología, en donde se podía ver a las personas emocionándose con el brotar de una alfalfa. Me emocioné como si estuviese viendo nacer un hij@, y me di cuenta que he tenido y tengo muchos signos y señales de deshumanización. Concretamente sólo sé y se me ocurre que la deshumanización tiene que ver con perder características humanas, como emocionarse, mirar a los ojos, tomarse las manos, conversar sin pensar en el tiempo, hacer nada, qué se yo, tantas cosas. Esas cosas son precisamente las que siento se me han enfermado.

Me da muchísima pena, pero a la vez doy gracias que esto me haya pasado.

Al llegar a Santiago, me pasó que viví lo que podría llamar una "Muerte Creativa", en donde se secó gran parte de un imaginario que traía conmigo. Coincidentemente, desde mi llegada a la ciudad, y en especial desde que fui a un Temazcal en el año 2009, comencé a vivir también una especia de "Muerte Interior".

Ahora, acabo de ver un documental en donde explicaban lo que es un Temazcal: Ceremonia en donde se construye un útero en la tierra en el cual se debe renacer. Creo que con esto recién he logrado comprender que lo que me pasó esa vez fue que renací, pero no es que haya renacido mal (porque en ese temazcal me sentí horriblemente, pasé meses con angustia y me cambió bastante) sino que renací, sin protecciones, sin filtros, re nací plenamente a como soy, con todas aquellas cosas que luché por ocultar durante los siglos de los siglos. ¿Qué era todo eso? La muerte del ego, de un ego (o ega) infladísimo por logros momentáneos, un ego sostenido y alimentado por escenarios, un ego que de tanto alimentarse se hinchó y explotó, tirándome toda su caca en la cara, en mí propia cara. Fue la hora en que recibí de frente todo aquello de lo que me alimenté y que viví.

Lo que pasó después de esto y en los últimos años en santiago, fue que por no ser fiel a mis intuiciones o más bien por no saber reconocer y hacer frente a mis necesidades, fui tomando una serie de decisiones, que la vida se encargaba de  enrostrarme no eran las correctas: por ejemplo, sufrí una caída horrenda rumbo a mi trabajo de esa época; ergo, no quería estar en ese lugar. Lo triste es que yo sabía perfectamente esto. Y me ha pasado ya varias veces que no hago caso a mi intuición y suceden siempre catástrofes. O mini catástrofes, para no ser tan dramática (que sí lo soy)

Y sufrí bastante. Todos estos años en alguna medida, siendo más un sufrimiento mental y espiritual, aunque con consecuencias físicas evidentes: desarrollé una contractura en la espalda alta. En primer lugar, sufrí cada día de esa época por la muerte de mi creatividad, sintiéndome muy seca, adormecida, floja y hasta inútil. Pasé al menos 2 años o quizá un poquito más un periodo al cual le llamo la "Vergonzosis del Espíritu", un periodo en donde llegué a sentirme tan poca cosa, tan insignificante, invisible, seca y poco valorada, que sentía vergüenza de mí a cada instante, sonrojándome por cosas muy insignificantes o simplemente sufría y me sonrojaba por interpretaciones erróneas que yo sola hacía acerca de la realidad, sin tener absolutamente ninguna base para pensar de esa manera. Cualquier cosa que pasara, yo la interpretaba como algo que me dejaba en desventaja, y que evidenciaba la hipótesis que yo tenía acerca de mí misma.

Recuerdo siempre una vez que estaba escribiendo en clases, el profesor explicaba que los Yoguis más avanzados comenzaban a tener poderes o "Siddhis", y uno de esos poderes era leer a veces el pensamiento de las personas. Yo comencé a pensar que mi profesor, que era un yogui muy avanzado, tenía ya ese poder, e iba a darse cuenta que yo no me estaba queriendo nada y que me daba vergüenza existir, y me puse roja roja, casi morada, como una granada. Me dio taquicardia y ya no sabía cómo esconderme. Tuve que salir de la sala a "esconderme" fuera, para que nadie se diera cuenta de mi rojez extrema. Y ahora que lo veo de lejos, ¡Quien iba a estar pendiente de lo que me pasaba a mi!

Entrando en el mundo del Yoga, esta serie de sensaciones amainaron un poco. Pero más que el contacto con otros/as Yoguis, lo que me iba ayudando era mi práctica personal y la lectura de textos sagrados. Me levanté cada mañana a las 6 am a pacticar o cantar mantras. Avancé mucho en mi práctica, hasta lugares que jamás pensé que sería posible en mi cuerpo. Volví a ducharme con agua fría ("Volví" digo, porque cuando era chica en la casa no teníamos agua caliente y las veces que no me bañaba por presas con agüita de la tetera, me duchaba con agua fría, sobretodo en el verano). Leí la Biblia, el Bhagavad Gita, el Libro del Tao, el libro de la vida de Baba Loknath, y varias otras cosas que me "rescataron" en ese entonces.

Luego otras vueltas de la vida y decisiones mías también, que derivaron en que tenía que trabajar más para tener dinero para pagar mis cuentas, culminaron en que pasaba muchas horas trabajando, y las que no trabajaba, me transportaba en Transantiago, durante, a veces, hasta 5 horas diarias. Dejé de almorzar (A veces con suerte podía alcanzar a comer un pan en el trayecto de un trabajo a otro, en la micro) y mi ánimo, ganas de vivir, y energía para disfrutar de la vida decayeron hasta un punto en que nada pareció hacerme sentido. Sin embargo, y ahora puedo ver esto más claramente, ya que en su momento no lo pude ver, en vez de haber tomado una decisión sana para mi organismo, y haberme simplemente ido de la ciudad de Santiago, para no perderme más, lo que hice fue resistir, por mi rigidez mental de "tener que cumplir" con compromisos previamente adquiridos, y también por miedo de cómo comenzar otra historia en otro lugar, en vez de haber sido compasiva conmigo misma, en vez de haberme respetado más, en vez de haber sido más consciente de lo que mi organismo necesitaba, en vez de haber sido fiel a mí misma. ¡Era tan fácil resolver aquello!, ¡Nadie ni nada me estaba presionando, más que yo misma! Y pienso ahora en la distancia que, en realidad, no hay ningún compromiso que no se pueda romper cuando nos está haciendo daño. 

Mi ánimo y humor se tornaron, por ende, terribles, y aquí comenzó algo de lo cual me ha costado tomar conciencia y salir, que es a lo que llamo la "Mi Deshumanización". (Intento no ser tan dramática pero me cuesta mucho y finalmente los conceptos que uso son los que me van pareciendo más adecuados). Me molestaba tener que compartir con las personas, dejé de conmoverme por la vida de las plantas y de los animales,  dejé de preocuparme por el bienestar de la humanidad y del planeta  y finalmente, y esto puedo verlo ahora, viví en una especie de "Anestesiamiento" o de "In-conmovilidad" frente a la vida y al amor, que la manera más notoria en que puedo graficarla, es que comencé a dudar de las palabras de amor que las personas me manifestaban a mí o se manifestaban entre ellas, sintiendo que era algo falso o exagerado; dejé de querer gatitos (que es lo que más he querido siempre y con todo mi corazón), dejé de darme tiempo para compartir con mis amistades, y dejé de dedicarme tiempo a mí, sin tener ninguna especie de límite ni disciplina para mantener aquellas rutinas o acciones que sabía me salvaban la vida y el espíritu. Dejé de ver a los/as otros/as seres humanos/as como el apoyo fundamental de la vida en este mundo (Todo este párrafo fue escrito con muchas lágrimas).

 La Fa que yo conocía, solía llorar hasta con los comerciales, no concebía su vida sin gatos y otros animales, recogía la basura que otras personas botaban en la calle para dejarla en los lugares adecuados, y oraba por toda su familia y sus amigos/as. La Fa que más me gustaba a mí, daba abrazos largos, daba besos en la mejilla pero de verdad, tenía energía para todo, a pesar de que tuviera muchas cosas que hacer (Siempre, desde chica fui así. En el colegio estaba en 5 talleres extra-programáticos al mismo tiempo), y le daba lo mismo si tenía mucha ropa para lavar o se acostaba tarde.

Pero al final resulta que esa Fá que me gustaba más es la misma de ahora, y la misma de chica y la misma que vendrá después. Me maravilla saber que he sido siempre la misma persona, y que a la vez la vida nos va constantemente transformando, que también, y aunque parezca contradictorio, morimos y re-nacimos muchas veces. Esa posibilidad es muy bella: tal como nos muestra la primavera con todos los organismos vivos, !Siempre se puede re-nacer!

Lo importante, creo, es luchar por mantenerse consciente, donde quiera que un@ esté, porque a veces es sumamente difícil sobrevivir, para cada un@ de nosotr@s. No sé bién cómo describir este mantenerse consciente, pero es algo así como intentar cachar lo que está pasando, agachar el moño con humildad frente a lo que no se puede hacer frente (sabiendo que las cosas no duran para siempre y prontamente cambiarán) y respetarse mucho, por sobre todas las cosas.

Como sea, no pretendo ser alguna especie de gurú ni nada parecido, sino simplemente compartir mis experiencias, esperando que lo que he escrito con toda honestidad, pueda a alguien servirle.


Cé Finí.
Mercí, mercí, mercí.